lunes, 2 de septiembre de 2019

LA HISTORIA DE UN DRAGÓN


LA HISTORIA DE UN DRAGÓN

Había una vez un muchacho que vivía en un poblado, donde se había criado junto con sus hermanos y amigos. Él se mostraba muy valiente ante sus compañeros y en los juegos siempre procuraba ser el que mandara. Y se fue creyendo que conocía todo lo de la vida porque siempre dominaba la situación y también porque siempre repetían los mismos juegos.
Un día tuvo que salir a viajar con su padre y se despidió de su madre la cual que se quedó en el poblado. Ellos tuvieron que atravesar distintos territorios. Al principio, el camino le era fácil al muchacho, pues era conocido o similar al de la región en la que se había criado.
El muchacho, como había sido muy protegido por su madre, no habiendo tenido que resolverse muchos problema, y en su inexperiencia se había creído que sabia todo. Y, en el andar, fue hablando con su padre, al que fue considerando como un compañero de viaje. Y fantaseaba, y hasta le decía al padre como deberían resolver los problemas cuando apareciesen.
Pero dio el azar que el camino que seguían se adentro en una zona de selva. Los árboles se fueron haciendo más espesos y la vegetación casi hacia perder las huellas. Pues era ya era más bien sendero, formado por el pasar de algunos otros viajeros.

Y siguieron un buen rato con la misma inercia que traían. Pero, al llegar a un claro, un fuerte rugido le hizo estremecerse. Un enorme león, que se encontraba acostado entre la hierba calentándose al sol, les hizo saber a los viajeros que en ese territorio él era el dueño y señor. 
El rugido, por cierto, estremeció a ambos, pero mientras que el padre siguió por su camino hacia su destino, el hijo lleno de pánico retrocedió, y a todo correr fue a parar de nuevo al territorio donde se había criado, a esconderse bajo las faldas de su madre.
Ese fue su primer impulso, pero como todos se rieron de él y su orgullo era muy grande, salió y comenzó a decir que lo que se habían encontrado no era un león, sino mas bien una especie de dragón endiablado que estaba loco y que se lo había querido comer, y destruir. Que él había vuelto solo porque a su padre se lo había comido el monstruo.
Alguien le dijo que eso no podía ser, que no existían los dragones. Pero él cada vez iba aumentando sus historias y fantasías, las cuales se iba creyendo a la vez que las hacia creer a los demás. Y ya, ni tan siquiera recordaba la realidad. Ni se daba cuenta, que había sido solo un león y no un dragón. Por lo que no pudo saber que el león había sido su amigo cuando le indicó con el rugido que él era un león. Y que no se lo quiso comer. Que cuando un león tiene hambre y va de cacería a conseguir su alimento, para no espantar a su presa no ruge, pues eso la haría escapar. Y que un león no mata por el placer de matar, sino solo para subsistir. Que el león no es vengativo. Y que eso lo saben tanto las gacelas que habitan en el llano como los otros animales. Que ellos no le tienen odio al león, sino que están alertas y ya conocen sus hábitos y más o menos lo que le dura la digestión, lo que les hace estar tranquilos pastando, pero no dormidos. Porque ellos saben lo que es la naturaleza, y su papel en ella, como el papel del león, quien también forma parte de esta misma, y todos en su equilibrio viven y son felices.


Todo esto, el muchacho por su obstinación y por su orgullo, tardó mucho tiempo en descubrirlo, y se tuvo que llevar muchos más sobresaltos. Hasta tuvo que soportar la muerte de su madre y sentirse solo y desamparado, y solo después y con el tiempo él solo fue madurando, y cuando llegó su tiempo comprendió por qué su padre siguió su camino y no se volvió al poblado. Y, entonces, él de nuevo, se puso en marcha.


En Granada 2011

De la colección Cuentos de media noche

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