CUENTO DEL SAPO Y LA
PRINCESA.
Había una vez una princesa que vivía en su
"Castillo" y como era muy joven creía en los cuentos de hadas y
príncipes. Y soñaba que vendría un día un príncipe y la rescataría de la
opresión de su padre el Rey, quien la tenía muy protegida, pues para él era su
principal tesoro. Y la princesa, en eso confiaba.
Y una vez oyó contar, o tal vez se lo dijo una vieja
nana, que había un bello príncipe muy poderoso que vendría y se enamoraría de
ella, solo que este príncipe estaba encantado por un brujo malo, el cual lo
había convertido en un sapo. Y le hizo creer también que si se casaba con ese
príncipe el hechizo del brujo sobre el príncipe se terminaría y se convertiría
en el apuesto galán que ella deseaba como esposo, y que él sería quien le
solucionaría todos sus problemas, la querría eternamente y siempre le sería muy
fiel. Y ella, que tenía cierta ambición de grandeza, pensó esto sería un buen
partido.
Un día, el supuesto príncipe, que por su saber bien la conocía y ya la
había elegido como candidata ideal, hizo que, como por el azar se produjese el
encuentro, y se presentó ante la princesa. Y, aunque lo hizo en forma que tenía
de sapo, ella lo vio como un señor mayor y todo importante, Y se sintió
plenamente enamorada de él y sintió que le daría la seguridad que necesitaba. Y
también pensó, que sería un buen sucedáneo de su padre el rey, que era de quien
ella realmente estaba enamorada, aunque de esto tal vez no fuese muy
consciente.
Y se casó con él. Y la princesa desde entonces esperó que el sapo se
convirtiese en un príncipe. Y aunque al principio así lo creía y el cambio
radical desde el primer momento así lo esperaba, el cambio espectacular no
ocurría, o al menos ella no lo percibía, y pensaba que no se había producido el
acto mágico. En realidad, el embrujo si
que había surtido efecto, pero, ciertamente lo que había ocurrido había sido
que era ella la que se había convertido en sapo.
Y los dos, como sapos, tuvieron hijos y ella los cuidó muchísimo, pues
era muy maternal y los protegió tanto como la habían protegido a ella o más, y
sus hijos, aunque nacieron con la posibilidad de convertirse en seres humanos,
eran débiles y ambiciosos, como le había ocurrido a ella y su protección no les
ayudó. Pero esto no fue todo lo malo que le ocurrió.
Todo esto la princesa, no lo supo en mucho tiempo o no quería saberlo,
aunque en su fuero interno ella creía que era la princesa del castillo.
Pero claro, la historia ocurrió así porque lo que había sucedido en
realidad fue que el sapo no era un príncipe embrujado, sino un brujo negro que
había vendido su alma al diablo. Y él con sus malas artes preparó toda la
historia, y fue él quien le hizo creer a la princesa que no era un sapo y
también le hizo creer que se convertiría en un príncipe y que serían muy
felices, y así la sedujo y engañó. Como siguió engañando a otras princesas que
por su oficio se le acercaron, pues en realidad era un "sapo
libidinoso" al quien no le importaba el daño que le podía ocasionar a los
demás, y se aprovechaba de su cargo y poder. Y por su magia ante los demás
aparecía como un brujo blanco de los que hacen el bien y están guiados por el
amor a los demás. Y lo hacía porque de esa forma conseguía más poder y para
satisfacer sus perversos y lujuriosos apetitos.
Con el tiempo, todo esto fue convirtiendo a la princesa en una
princesa dolorosa, que se dedicó a ayudar a los demás pensando que de esa forma
cambiaría su destino, porque lo que ella necesitaba, en realidad, era que le
ayudaran a salir de su debilidad y del encantamiento maléfico en el que se
encontraba.
Un día, un mago que se sentía dañado, pues el sapo anteriormente y con
sus malas artes había abusado de una persona muy querida por él, y para
resarcirse del agravio que el depravado sapo le había hecho, le envió a la
princesa una misiva, haciéndole saber que solo se podría romper la magia que
sobre ella pesaba cuando el sapo muriese y ella reconociese su parte de culpa
por los pecados cometidos en la juventud. Y que si eso ocurría, ella se vería
fuera del todo encantamiento y sería la princesa dichosa y no dolorosa del
castillo, y rompería el maleficio que había arrastrado por su avaricia sobre
sus hijos. Que entonces podría hacer el bien, por amor y no como falsa
respuesta de su necesidad. Y que esto, aunque parecía difícil y también le
sería doloroso, era la única salida. Y que tal vez en el mayor secreto tuviese
que pedir ayuda a otro mago bueno más grande, pues en esos rollos se encontraba
ya metida, y un encantamiento solo se resuelve con otro encantamiento mayor.
Que de forma real o metafórica debería cumplir con el mensaje implícito, para
así poder escapar también de la nueva carga que le había creado el mago que le
envió la misiva.
Esta
historia termina así, no se sabe si la princesa decidió romper su encantamiento
o no, de ella dependía, pero si al menos ella dejaba de ser inconsciente de su
suerte, el sapo de seguro perdía bastante de su poder. Aunque no debía olvidar
que era un sapo viejo del que debería desconfiar y protegerse, y actuar por tanto
con el mayor sigilo.
En Granada a
06/12/2009
De la
colección Cuentos de media noche
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