EL
PRECIO DEL ÉXITO
o
de cómo se puede uno joder la vida sin darse cuenta.
Pasamos
por la vida si darnos cuenta de casi nada, que
vivimos como autómatas repitiendo y haciendo siempre las mismas cosas,
repitiendo siempre los mismos esquemas, lo conocido y los mismos roles. Las
mismas soluciones a los problemas, como si no hubiese algunas otras. Por miedo
al cambio, por miedo a experimentar algo nuevo, no sea que salga mal. Buscamos
el cariño en todos y en todo. Buscamos la aceptación en todos y en todo.
Buscamos el éxito en todo. Y, si no lo tenemos en todo, nos parece que nos falta
algo. Tanta, es la propaganda del éxito, que existe, que parece que si no lo
tenemos podemos morir. Tantos son los éxitos que nos ponen en la tele, en las
noticias de cada día. Tantos, son las personas que parecen haber alcanzado ya el
éxito, que nuestra mente se nubla. Y no nos damos cuenta que, ese individuo que
llego, a las noticias, como exitoso, tal vez llevaba cuatro años o cuarenta, intentando
alcanzarlo, que había fracasado trescientas mil
veces y que es uno entre un millón. Y, nos decimos, “Yo quiero ser como
ese”. “Yo quiero ser como aquel”. “O como aquel otro, tan exitoso”. Eso está
bien. O, estaría bien, si nos diésemos cuenta que “vivimos en una fantasía”,
pero eso no ocurre. Está bien tener
proyectos futuros de éxito, pues sin ellos la vida también es un asco, se
convierte en monotonía, en una “muerte en vida”. Pero no hay que perder el
norte, hay que saber a dónde vamos y como vamos. Si vamos de forma consciente o inconsciente. Si
vamos con los pies en la tierra o volamos en la fantasía, en la fantasía de que
somos como ese que ya llegó al éxito, de ese que despuntó a nivel mundial. Ese
tan joven, Ese, tan en la suerte que todo le salió bien, al final, claro está. Ese ser, único, que los medios nos lo
presentan como un milagro. Siempre hubo genios en el mundo, pero la humanidad
los reconoció generalmente después de muertos y muchos años después. Ahora todo
ha cambiado. Cambios, por las nuevas tecnologías, en que todo el mundo se entera de
lo que pasa en todo el mundo al instante. Y nos parece que todo se consigue al
instante y ahí está el fallo. No todo se consigue al instante, hace falta mucho
tiempo y mucha suerte. Y, esto también, es muy importante, a tener en cuenta, “La suerte”
He
encontrado en internet varias definiciones de lo que es la suerte. Una dice: La
suerte es un encadenamiento de sucesos, que son considerados como casual o fortuito. Lo cual quiere decir
que no está en uno el que se pueda controlar, por ser aleatorio, ya que todo suceso, no puede determinarse en ningún
caso, antes de que se produzca.
Hay
quienes se hacen responsables de sus acciones y hay otros que atribuyen sus
éxitos y fracasos a la casualidad. Entonces estos, sostiene que las condiciones
de la vida pueden depender del destino o de la existencia y utilización de
amuletos.
Y,
sobre “el destino”, se nos aclara
que, es una fuerza sobre-natural que actúa sobre los humanos y los sucesos que
estos enfrentan, a lo largo de sus vidas. Sería pues una sucesión inevitable de
acontecimientos a los que no se puede escapar. Eso, también, es el determinismo
religioso (propio de los Calvinistas): “Si
Dios lo sabe todo, será porque él mismo ha determinado todas las cosas según su
criterio, por lo que Dios es la causa de las acciones humanas”. Entonces
para que molestarse, dejemos correr la vida y si algo nos sale mal solo tenemos que culpar a Dios y
resignarnos, “¡a joderse tocan!”.
También
tenemos, como un planteamiento, no creyente, ni por lo tanto supersticioso, la
doctrina filosófica, que nos dice: “el
determinismo, es todo acontecimiento físico, pensamiento y acción humana, que está
causalmente determinado por la
irrompible cadena causa-consecuencia y por lo tanto, el estado actual
determina en cierta forma el futuro”. Pero, eso no es del todo así, ya que,
cualquier evento que nos ocurre, puede estar fuera de nuestro control o
voluntad propia, por estar sujeto a una cantidad de causas ajenas, que se van
acumulando. Y, además tenemos, algo muy importante, cantidad de las acciones que realizamos tienen un motivo inconsciente.
Nos movemos inconscientemente por orgullo, envidia, venganza, rabia, rebeldía,
etc. etc. y las más de las veces por un complejo oculto de inferioridad. Todo, lo
cual nos hace aplicar una energía también inconsciente y desmesurada, a nuestro
propósito, con el consiguiente desgaste.
La
suerte existe, claro está y ésta, puede ser buen o mala, según como nos llegue,
para bien o para mal. Pero todo son probabilidades y así la debemos considerar.
Todo
tiene distintas probabilidades, si tenemos un proyecto y hacemos un
planteamiento, éste puede salir bien o mal. Entonces si sale bien, pues mejor y
si sale mal, se hace otro y se prueba de nuevo. “No existe el fracaso, solo son
probabilidades”. Tenemos que tener en
cuenta que vivimos en un mundo con enormes posibilidades.
En mi
tiempo, de artista plástico, leí algo muy importante, que alguien había dicho.
“Te puede llegar la iluminación pero te tiene que coger trabajando”. Esto es
muy importante. Puedes tener suerte pero te tiene que coger trabajando. Te
puede tocar la lotería pero tienes que jugar. El tema, también está en el
índice de probabilidades. Hay quien quiere que le toque el máximo de dinero y
apuesta todo su capital a un solo número, entonces el índice de probabilidad se
reduce. Por ejemplo, en Lotería Nacional de Navidad la posibilidad de que te
toque el premio mayor, comprando todo un número, es uno entre catorce millones
y medio.
Entonces
es preferible jugar cantidades pequeñas a muchos números, le tocara menos pero
tendrá más probabilidades de que la suerte le acompañe.
Igual ocurre con el éxito, si
se quiere todo, “el máximo”, ser un triunfador como Bill Gates o Steve Job o
Mark Zuckerberg, hay que tener en cuenta que éstos, son tres triunfadores, entre más de siete mil millones de habitantes
que hay en la tierra. Y cada uno de ellos ha tenido sus condicionantes propios
y su suerte. Por ello, el índice de conseguir alcanzar el mismo éxito, es
imposible. Pues está sujeto, primero a la genialidad que han tenido de plantear
el negocio creativo, en el momento justo de la historia y a la suerte de haber
sido los primeros. Y también apoyados por su
historia, el saber hacer y su altísimo conocimiento técnico.
Cualquier
otra persona, si no posee todo eso, por más que lo intente, solo conseguirá el desengaño
y la frustración. Es preferible trabajar en una dirección, con control consciente
de lo que se hace, pero sin aspiraciones desorbitadas. Si le llega la suerte
pues mejor y, si no es así pues, se siguen trabajando. Y puede que la
iluminación le llegue.
Si esto
no se entiende, se puede, uno solo,
joder la vida sin darse cuenta. Pues la fama las más de las veces nos cobra un
precio.
Málaga, a 22 de noviembre 2016
Antonio
Ramirez